Más allá de escuchar, tocar y crear música (Parte 2)

Música y emociones

una melodía tiene el poder de transportar hasta un evento del pasado que nos causo felicidad, por ejemplo; recordando algún evento especial con nuestra familia y amigos. sensaciones de melancolía, probablemente trae recuerdos de personas que ya no son parte de nuestras vidas o algún amor platónico con el que nunca se cruzo palabra. Bueno déjeme decirles que ese es el poder de la música.

Los distintos géneros musicales como la música clásica, el Jazz, Soul, Rock, Pop, Dance, hasta el reggaetón, tienen una gran influencia en nuestro estado de ánimo, cuando una persona esta melancólico escucha canciones tristes y del mismo modo si está feliz con melodias que llenen el cuerpo de energía creando la llamada sonido-emoción, es la capacidad del cerebro de asociar ciertos sonidos a las emociones con las que alteran nuestro estado mental haciendo trabajar nuestras estructuras cerebrales. Por eso se dice que la música es un medio de expresión ilimitado.

Terapia cognitiva musical

En los últimos años los psicólogos ponen en práctica la terapia cognitiva musical. Según un estudio hecho por el profesor zueco Lutz Jäncke de la ciudad de Zúrich, propone el hábito de tocar un instrumento como una terapia cognitiva en niños entre 5 años para mejorar el  desarrollo de sus capacidades cerebrales. En enfermedades como el autismo, el Alzheimer o problemas de autoestima también tiene su efecto mediante sesiones. Es una práctica que puede ser aplicada sin la necesidad de acudir a un especialista.  La ventaja de esta terapia es que varían según los gustos de cada uno de los pacientes.

Finalmente las emociones  que nos trasmite la música son poderosas, con ella lloramos, reímos y recordamos sacándonos de la realidad por un instante cuando más lo necesitamos. Tienen el poder de sanar sin necesitad de consumir químicos en medicina con la ventaja que no tiene ningún precio en la mayoria de los casos.

La música nos transporta hacia momentos, incluso cuando no recordamos nada más. Es más poderosa que las imágenes (Kazan, 2008)